21 sept 2008

DEBATE: EL MANEJO DE LOS RECURSOS ENERGÉTICOS EN LA REGIÓN

ESTRATEGIA ENERGÉTICA - MAGAZINE DE DEBATE
http://www.eenergetica.com.ar

Recopilado por José María ingcavalleri@yahoo.com.ar en
reconquista-popular@lists.econ.utah.edu

Enfoques y perspectivas en la encrucijada energética sudamericana

Estratega Energética convocó a Enrique Devoto y Félix Herrero para debatir sobre la integración energética en la región. Un cruce de miradas para analizar la perspectiva de recursos en el continente en pos de diagramar un abastecimiento que le otorgue una relativa tranquilidad a esta parte del mundo.

El mapa energético sudamericano y sus adyacencias transitan en estos tiempos con anuncios de descubrimientos petroleros gigantescos, con intentos de unión continental en pleno debate, con escasez de recursos en algunos países, con inversiones inciertas, entre otras muestras de perspectivas aún sin determinar. En razón de este contexto, Estrategia Energéticaconvocó a una charla entre uno de los referentes del Grupo Moreno, Félix Herrero, y el ex Secretario de Energía del gobierno de Eduardo Duhalde, Enrique Devoto. Los puntos en común y las miradas diferentes.

¿Cómo se analiza el panorama regional actual?

Félix Herrero: hay tres tipos de programa. El tradicional, liberal, ya fracasado. Está también el bolivariano, basado en la idea de la unión sudamericana, con Venezuela a la cabeza. Es un proyecto desde América Latina para América Latina, se esté de acuerdo o no. La idea se basa en una unión petrolera de América Latina, que se da como producto de la unión política. El otro proyecto lo encarna el modelo de Brasil, con un desarrollo impresionante de energía. Brasil ha descubierto tres grandes yacimientos impresionantes: Tupí, Júpiter (gasífero) y Carioca (petrolero), los tres, cada uno por su lado, tienen más reservas que las de Brasil y Argentina. El proyecto de Brasil, que se tienta a una integración ahora con estos descubrimientos mucho más allá de la región, lo seduce la idea del BRIC: Rusia, China, India y Brasil. Esto puede tornar más flojas las relaciones con América Latina, teniendo en cuenta que Brasil posee un 25% en esa sociedad.

Enrique Devoto: Comparto la clasificación que hace Félix. Pero diría que soy ideológicamente un firme partidario y realísticamente un gran escéptico, porque para integrar se necesita que haya cierta estabilidad en las normas, en las leyes, y desde ese punto de vista la Argentina es el país más inestable de la región, salvando los casos de Uruguay y Chile. El modelo liberal es obsoleto. El modelo bolivariano podría ser considerado una interesante pieza literaria carente de todo realismo. Carente de todo realismo porque el personaje que lo encarna no representa nada de ese ideal, parece más un jeque árabe que un estadista latinoamericano, con lo cual es un modelo descartado.

Lo que visualizo como más interesante es el brasileño. Ese esquema también pone al resto de América Latina como proveedor de energía para la industria brasileña. Pero no existen posibilidades de integración más que por cuestiones físicas, que finalmente entran en lo más antiguo de la economía, y eso no es integración. Solamente lo que hacen es intercambio entre vecinos, pero es lo mismo que venderle soja a China, electricidad a Brasil o comprarle electricidad a ellos.

¿La integración política podría acelerarse a partir de una mayor integración energética, o es al revés?

Enrique Devoto: yo creo que es al revés. La Unión Europea ha avanzado muchísimo en la idea de la integración política, pero todavía tiene dificultades en la integración económica, todavía se habla de exportaciones-importaciones de electricidad entre esos países. En el caso sudamericano, las articulaciones jurídicas las veo como un escollo, pero son superables. Hay un dato innegable: la región posee los recursos como para desarrollarse en todo sentido. Si bien todavía persisten grandes diferencias de entendimiento, la región sigue siendo ventajosa a la hora de compararla con otras regiones.

Félix Herrero: yo separo también integración de unión. El camino de la integración comercial no ha sido próspero para lograr una mayor integración política. La entrada de Venezuela puede revitalizarla, pero si el proyecto sigue siendo comercial no se visualiza una idea de unión sudamericana. El proyecto de estilo brasileño es más bien estático, pero el que promueve Venezuela es un proyecto más bien político, con ideología política más que desarrollismo de inversión. Eso se está por ver, nadie puede decir que ha fracasado o no. Desde el punto de vista energético, tiene una capacidad increíble. Si Venezuela (con la faja del Orinoco) pasa a Arabia Saudita, estamos diciendo algo. El cambio de paradigma indica que las empresas estatales son las que hacen el gran desarrollo energético. Es por eso que está tan cerca de lo político. Hasta el año pasado, las empresas petroleras del mundo manejaban el 80 por ciento de las reservas del crudo, y esto es todo lo contrario que hace 20 años. Ahí hay una capacidad de integración y de unión fantástica. El modelo Mercosur ha fracaso, como el de la ALALC. Pero hay que gestar algo nuevo.

¿Cuán importante es el cambio de titularidad de empresas petroleras con mayor peso estatal?

Enrique Devoto: Si bien eso es cierto, si bien hay un cambio en la titularidad accionaria por llamarlo de alguna manera, hay que ver si hay un cambio en la forma de manejo empresario, si no conservan las mismas características?.

Félix Herrero: Hay un cambio de propiedad de los yacimientos. Cuando hablo del 80 por ciento, hablo de la propiedad del petróleo. ¿Qué es lo que aparece? El derecho latinoamericano, donde el Estado es dueño de la superficie. Y también emerge una nueva teoría británica: van a la Antártica y clavan banderitas para argumentar que esos recursos son de todos. Quieren cambiar el derecho porque han perdido la capacidad de manejar las reservas internacionales. Es cierto que pasa esto, pero la industrialización y la refinación no ha cambiado de manos. México tiene el 100 por ciento del petróleo de PEMEX, pero no tiene ninguna destilería, entonces compra todo a la Exxon Mobil. Hay un cambio tan grande que Petrochina, la empresa estatal china que cotiza en bolsa, tiene 700 mil millones de dólares en activos fijos y la Exxon Mobil 400 mil. Es un cambio sustancial: una empresa estatal china tiene el doble que la más grande empresa privada del mundo.

Hoy estamos viviendo otra era. El petróleo es estratégico en todos los lugares del mundo, menos en la Argentina. Y parece ser que va a venir una era de muchas energías. Y además estamos viviendo una crisis del modelo de paz de las Naciones Unidas, por eso es que van a seguir las guerras del petróleo, porque se sigue buscando ese bien estratégico. Y Estados Unidos establece una nueva teoría: la guerra preventiva, acompañado de un unilateralismo global-militar, es decir, ataco solo aunque no me ayuden los europeos. El caso de las FARC en Ecuador es ejemplar: Ecuador entró hace dos meses a la OPEP, oh casualidad.

El cambio de concesión jurídica de las petroleras es un nuevo paradigma. La recreación de la OPEP. La OPEP fue creada por Juan Pablo Pérez Alfaro, ese famoso hombre autor de la frase de ¿el petróleo es el excremento del diablo?. La OPEP está funcionando mucho, sus cuotas se obedecen, las decisiones de no aumentar la producción o la extracción se obedecen.

El caso del eventual gasoducto sudamericano es objeto de debate. ¿Cómo hay que analizarlo en esta perspectiva?

Enrique Devoto: yo tengo dos prevenciones. Respecto a Brasil, temo que termine una vez que entre en ese país, o sea, que el gasoducto sea el gran abastecedor del norte brasileño para instalar todo un sistema eléctrico, y el uso de ese gas en otros usos petroquímicos, básicamente en la producción de energía, que le daría a Brasil un liderazgo continental notable. No creo que Brasil deje pasar ese gasoducto más allá de su frontera.

El otro tema es la realidad del gas venezolano. No son yacimientos ?rápidos? tipo Loma de la Lata, es decir, gas mezclado con petróleo. Ahí se necesitan cuantiosas inversiones de explotación, incluso de exploración, más la separación de líquido y gas, y eso a su vez llevarlo a lo que sería la cabecera de ese gasoducto. No me preocupa lo que muchos han argumentado sobre el costo que pueda tener ese gasoducto, porque a los valores crecientes de gas y petróleo finalmente ese costo que nos parece hoy exagerado se puede diluir.

Es decir, ves límites políticos desde la voluntad brasileña, y técnicos desde el gas venezolano.
Enrique Devoto: tiene un costo para Venezuela que tendrán que asumir todos los compradores, porque el gas no es que surja al pie de ese gasoducto. Venezuela lo tiene que recolectar a lo largo de varias cuencas donde está mezclado con petróleo, más allá de que tengan reservas importantes de gas en ese sentido.

Félix, ¿a vos te entusiasma más esta idea?

Félix Herrero: me entusiasma muchísimo el gasoducto. Primero, no veo que haya muerto en la voluntad de ciertos sectores brasileños y venezolanos. Creo que al gasoducto hay que leerlo en proporción mundial. Si uno toma el mapa de los gasoductos del mundo (sacando Sudamérica, África y el sur de Asia) todo el mundo está cruzado por miles y miles de gasoductos. La inversión en los gasoductos es una inversión de unión y de integración porque es permanente. Estas obras no son más caras que establecer puertos gasificadores, licuadores, regasificadores y buques. Se necesitan 16 barcos metaneros diarios para reemplazar a un gasoducto como el de Brasil-Argentina. En Estados Unidos se están haciendo hasta dos gasoductos con dimensiones kilométricas bastante parecidas, y Rusia está largando para China y Japón dos gasoductos del mismo kilometraje. O sea que lo que pueden hacer los países desarrollados, nosotros no podemos hacerlo... Creo que este gasoducto va a renacer. Comparto que Brasil va a ser un gran demandador de gas, va a tener el gas venezolano en el norte, el gas de Bolivia en el sur. A Argentina le convendría el gasoducto largo, a Paraguay, Bolivia y Uruguay también. Pero la realidad es que esto no lo va a fijar Argentina, sino Brasil.

¿Cuánto pesa el factor de los plazos para poder lograr un programa energético más planificado y tranquilizador?

Félix Herrero: los latinoamericanos no sabemos establecer políticas de estado. Un gasoducto es una inversión larga, y por lo menos tiene que estar proveyendo 30 o 40 años.

Enrique Devoto: ahí soy más escéptico respecto a varios países, que no tienen políticas de largo plazo. El único jugador importante con políticas de ese estilo es Brasil, y Chile en menor medida.

Félix Herrero: no puede haber políticas de corto plazo en energía. La energía es por naturaleza una política a largo plazo. Ninguna obra puede ser de corto plazo. Quienes manejan a corto plazo es porque no tienen la madurez energética. La estrategia es un concepto de largo plazo, que se opone a la táctica.

El más liberal de los liberales planificaría en el largo plazo.

Félix: si hay un país petrolero planificado es Estados Unidos. Los pozos cumplen órdenes de política energética. Las políticas de coyuntura son respuestas dentro del concepto del largo plazo. Y esto es lo que sufrimos. Y cuando los países no son soberanos en la política energética, no hay largo plazo.

Hay ejemplos recientes en la región de Estados que redefinieron sus planteos frente a los recursos naturales, hechos que generaron disputas aún sin definir. ¿Cómo analizan este panorama?

Félix Herrero: Ecuador está haciendo la Constitución nueva. Plantea además la soberanía de territorio, de los derechos naturales del subsuelo y del cielo, del mar y la militar. Con ello, la base de Manta se tiene que ir. El ingreso de Ecuador a la OPEP rajo sus complicaciones, basta con ver el conflicto como excusa de la incursión de las FARC en su territorio.

Enrique Devoto: nadie va a negar el rol y la necesidad y fortaleza de la estrategia del Estado. Pero el problema es que acá se confunden Estado fuerte con gobierno fuerte. El gobierno apuesta a la coyuntura y el Estado mira el largo plazo. El gobierno tendría que tener la obligación de acompañar al Estado en largo plazo y de administrar la coyuntura. Si prevalece la coyuntura, a la larga debilita la idea de Estado fuerte.

¿Qué conclusiones deja la nacionalización de los hidrocarburos en Bolivia?

Enrique Devoto: La realidad de Bolivia es que está fragmentada. Todo el oriente con Santa Cruz a la cabeza es un sector muy fuerte que inevitablemente toda medida nacional pasa por su ¿veredicto?. El gobierno se equivoca cuando divide en vez de lograr unidad, es un error que no le costaría nada corregir. Pero también hay ¿algunos? que alimentan ese espíritu secesionista, no quiero nombrar específicamente al vecino, pero no me sorprendería que a Itamaraty le gustase esta idea.

Félix Herrero: todo proceso de nacionalización no es un proceso perfecto. A mí me gustaría que algún día todos los yacimientos sean públicos, toda la renta sea 100 por ciento del país, toda la producción sea nacional. Pero la verdad es que Bolivia recuperó el 82 por ciento de la renta petrolera, los 4 yacimientos grandes están quedando en manos del Estado. Nosotros tenemos apenas una renta del 34 por ciento. Además recuperó las dos refinerías, que las tenía Petrobrás con la privatización corrupta de Sánchez de Losada. Ahora están por perfeccionar con la participación mayor de las empresas extranjeras que quedan. Todos estos son procesos que no se dan de un día para otro, y las técnicas de recuperación del sector energético son muy distintas. Me quedo con lo que dijo Evo Morales: primero tenemos que nacionalizar el Estado para luego nacionalizar la energía.

En los últimos tiempos creció el debate sobre los biocombustibles. ¿Qué significan en este entramado regional y qué riesgos o posibilidades emergen con ello?

Enrique Devoto: dos puntos de preocupación. Por primera vez se da un enfrentamiento entre alimentos y energía en términos del insumo básico. El otro punto es qué significa expandir fronteras agrícolas a costa de qué. Si uno dijera duplicamos la producción de maíz, de soja, ¿pero a costa de eliminar bosques, desiertos? Ahora han aparecido algunos yuyos que se pueden ver en zonas desérticos, que tienen ciertas virtudes, que ha mejorado los ingresos de la gente en zonas paupérrimas. Si es ese el camino, es interesante. Si es a costa de superficies con explotaciones tradicionales, ahí pondría por lo menos una luz amarilla titilante.

Félix: pasa por la moral y la ética de la política. Aceptamos la posición de Cuba, que es un país que tiene caña de azúcar y que podría hacer etanol para combustible y sin embargo no lo hace a pesar de que llegó a hacer 6 millones y medio de toneladas. Pero Cuba tomó una posición ética y moral: frente a alimentos y energía, están los alimentos. No es un tema de ideología. Hay alguna producción que no compite con la producción de alimentos. Hay que ver si es para aumentar el modelo agroexportador o agrobusiness o si es para aumentar el consumo interno.

La alianza de Brasil y Estados Unidos en este tema, ¿es una señal de alarma?

Félix Herrero: el acuerdo es muy intenso, y esto está generando un calentamiento de la tierra. Pero hay que ver un Brasil con petróleo y un Brasil sin petróleo. Funcionarios de Lula tienen aceitados contactos con los promotores de este negocio en Estados Unidos. Pero la cuestión cambia si Brasil entra en la OPEP y magnifica su producción petrolera.
Mientras tanto, ¿cómo se debería manejar Sudamérica con los otros recursos? El ejemplo de la hidroelectricidad es uno.

Félix Herrero: hay que tomar el cuadro de la dependencia hidrocarburífera en nuestros países. En el mundo, en energía primaria el 60 por ciento proviene de la energía de gas y petróleo, el otro 40 de las restantes. Acordémonos de Francia: 80/90 por ciento energía nuclear; buena parte de Europa que no puede hacer más desarrollo hidroeléctrico; Brasil, 70 por ciento hidroeléctrico. Los dos países de América Latina que son más dependientes del petróleo y del gas son México (88%) y Argentina (83%). Pero Argentina tiene capacidad de hidrógeno, eólica, hidroeléctrica. Es un país con todas las potencialidades, pero no escapa de la dependencia que decía antes. Y vuelvo al principio: si se puede pasar del paradigma del petróleo, con una economía monofósil, a una economía más compleja y más completa. Si la decisión de inversión no la tiene el Estado argentino y la tienen las empresas que detentan la renta petrolera, el futuro es incierto. Ese es el caso de México. Brasil tiene una dependencia del petróleo del 54 por ciento, Venezuela de un 73!!!

Enrique Devoto: no comparto la forma, pero de alguna manera se han encarado algunas obras, como las de Campana. Se piensa en la central en sí misma, y se desconoce el origen de los insumos que la van a abastecer. Se plantean centrales a gas de ciclo combinado sabiendo que no va a haber gas. Creo que ahí ya hay un error de base en un momento en que se podría haber pensado con mucho más calma y realizar esas inversiones. Una enseñanza que da la regulación: ya vía mercado no había señales de inversión, y es la regulación como función del Estado la que alienta más inversiones. Cuando el precio de mercado estaba dando 20/21 dólares el megawatt hora en el 1 a 1, claramente eso ya no era una señal para realizar inversiones. O sea que ese era el momento de sentar al sector y haberle dicho ?nosotros necesitamos tantos miles de megawatts instalados por año?¿de qué manera lo vamos a hacer??. Porque esto es claro: la última central de importancia en energía se inauguró a fines del 2000 en Paraná, lo cual significa que fue una inversión prevista en el 97´o 98´. Después de ahí no hubo ni siquiera planes salvo Caracoles en San Juan, que es prácticamente una pila de linternas.

Félix Herrero: hay que tener cuidado con estas ?privatizaciones al paso?. Se privatiza apareciendo el Estado y dando garantías. Aparece Camessa, pidiendo al BNDES brasileño, toda una apariencia del Estado, pero la obra termina privatizada. Es curioso. Es raro impulsar una central que funciona a gas y sabés que no va a haber gas.

Después de todas estas complejidades descriptas, ¿la energía nuclear no es una posibilidad que merece más atención? ¿No es una política de largo plazo a implementar?

Enrique Devoto: el largo plazo en energía es mañana. Estoy convencido que con todo lo que hablamos del petróleo, la energía nuclear vuelve. Debería volver. Se debería estar pensando en una Atucha III, y no me parece mal.

Félix Herrero: Brasil esta inaugurando nuevas centrales.

Enrique Devoto: Corea inauguró otras dos, Japón lo mismo. A 100 dólares, cualquier proyecto deja de ser delirante.

Félix Herrero: sin descuidar el impacto ambiental, Argentina tiene que aprovechar el relativo grado de desarrollo nuclear. Se le puede encontrar la vuelta al control de los desechos. Tengamos en cuenta que el calentamiento de la tierra no viene por la energía nuclear, sino todo lo contrario.
Enrique Devoto: apostaría que cualquier deforestación por los biocombustibles es más peligrosa que centrales nucleares. Si fuera autoridad no dudaría en inclinarme por la nuclear.

*Publicado por Estrategia Energética No. 2 Julio 2008

19 sept 2008

COMO PUEDE EL PJ SER SIMULTÁNEAMENTE TAN DÉBIL Y TAN FUERTE

INTRODUCCIÓN

Abel B. Fernández

http://www.reconstruccion2005.com.ar/0809/introduccion.htm





Septiembre 2008

“El peronismo es el hecho maldito del país burgués” La frase de John William Cooke fue pronunciada en una Argentina diferente, a propósito de un peronismo diferente, antes de la Renovación de los ´80, antes de Menem y antes de Kirchner. Sin embargo, conserva una cierta vigencia, por lo menos en el plano cultural. Ha sido repetida, con mezclas diferentes de fastidio y de orgullo, por no peronistas y por peronistas de posiciones muy distintas a las de Cooke.

Una cosa es segura: sigue siendo el hecho maldito de los analistas y de los intelectuales, que no pueden ponerse de acuerdo entre ellos ni con la realidad. Cada vez que alguno llega a una definición o un esquema que le satisface, aparece un hecho, una figura o un conflicto que lo contradice. Entonces llegan a una solución fruto de la desesperación: Eso que está allí, gobernando o peleando por el poder, privatizando o estatizando, levantando viejas banderas o nuevas consignas, no es el peronismo. Hasta he oído a viejos peronistas decir, con amargura, que el peronismo terminó el 1º de julio de 1974, con la muerte de Perón. Y a algunos otros, no tan veteranos pero más ideologizados, que en realidad terminó el 22 de agosto de 1952, con el renunciamiento de Evita.

Yo mismo, hace algo menos de 3 años, frente a la decadencia del P.J. y la preferencia que Kirchner mostraba en ese momento por lo “trasversal”, especulé en El hijo de Reco, en “Después del peronismo”, qué nuevas formas podía tomar lo que se llamaba antes el movimiento nacional. En teoría, todo puede discutirse. Pero queda en pie la conveniencia de conocer eso que está ahí, lo que los hombres y mujeres que lo forman llaman peronismo, que marcó con su presencia más de 60 años de historia argentina y que aún hoy es una fuerza política nacional mayoritaria (o la primera minoría, si alguien quiere ser exquisito). Digo conocer, entender un poco mejor. La tarea de definir “Qué es el peronismo” me parece superior a mi capacidad. Y asume que hay una especie de esencia peroniana, o por lo menos una historia concluida; un hegeliano de izquierda como J. P. Feinmann no debería cometer ese error.

Creo que nos complica la convicción que tenemos los argentinos según la cual lo que nos pasa a nosotros es muy distinto de lo que sucede al resto del mundo. ¿Hay una buena definición del socialismo, por ejemplo, que abarque a Mitterrand, Stalin, Salvador Allende, Tony Blair y Hugo Chávez? Y los cinco han llamado a sus gobiernos “socialistas” en algún momento.

A mí se me ocurre que podemos encararlo mejor si pensamos en el peronismo como una identidad forjada por una historia común, una de las formas de ser argentino (otra es ser antiperonista, claro). Después de todo, los peronistas nos reconocemos entre nosotros por una forma de hablar y de sentir, antes que por definiciones. Y en el plano teórico, su fundador, Perón, insistió en la diferencia entre doctrina – lo que él elaboró – e ideología, a la que veía como un corsé que se quería imponer a la realidad. Y para la doctrina, incluyó la cláusula de su necesaria actualización.

Sin creer que estoy en condiciones de hacer aportes a la doctrina, en “El hijo de Reco” y en mi blog he tratado de analizar – desde mi experiencia personal y algunas lecturas de la historia - las transformaciones pasadas, y las posibles futuras, de eso que llamamos peronismo. Y apuntar algunas deudas que tenemos con nuestra patria, porque – debo decirlo – además de los logros, algunas macanas hemos cometido.

Pero ahora quiero señalar que ha sido justamente en blogs donde encontré en estos años planteos y discusiones – entre océanos de palabrería trivial, es cierto - que enriquecen y critican, que contribuyen, en la forma desordenada y contradictoria que siempre se dan estos procesos en la realidad, a esa actualización doctrinaria que Perón planteaba. Mi intención es subir a esta página alguno de esos aportes, para alargar algo la vigencia de lo que se escribe en los blogs. Fue en el de mi amigo Manolo (http://deshonestidadintelectual.blogspot.com/), muy conocido en ese mundo bloguero y del que quiero recuperar algunos de sus trabajos, si no lo hace en un libro, que encontré referencias a este artículo. Y me decidí a comenzar con él estas nuevas “Reflexiones”.

¿Por qué con éste? Porque el artículo trae datos de dos encuestas de ¡1997! (¿Otro peronismo? El punto es que no): 1) una encuesta de 112 unidades básicas, y 2) una encuesta de 611 militantes partidarios. Se llevaron a cabo en la Capital Federal, con predominio de clase media, y en las municipalidades del Gran Buenos Aires de La Matanza y Quilmes, de clase baja y trabajadora, más visitas a algunas unidades básicas en la ciudad de Tucumán. Es un trabajo serio y a fondo, en el estilo de las universidades yanquis (las de primer nivel). El investigador es Steven Levitsky, Profesor Asociado de Estudios Sociales y Gobierno en la Universidad de Harvard. Lo suyo son los partidos y regímenes políticos, y organizaciones informales, especializándose en América Latina, en particular Argentina y Perú. Es autor de “Transforming Labor-Based Parties in Latin America: Argentine Peronism in Comparative Perspective”, Cambridge University Press, 2003. En castellano: “La transformación del justicialismo. Del partido sindical al partido clientelista”, Buenos Aires, Siglo XXI, 2005 (De paso ¿se fijaron como está traducido el título? “Clientelismo” no estaba en el original inglés...).

Quiero aclarar algo: el profesor Levitsky no descubrió ningún hecho que no sepa cualquiera que haya militado por más de un año en el Partido Justicialista o en los sindicatos peronistas: “La organización peronista consiste en una densa colección de redes personales (que operan desde sindicatos, clubes, ONGs y a menudo desde la casa de los militantes) que están en gran medida desconectadas (y son autónomas) de la burocracia partidaria. Aunque estas redes no pueden ser encontradas en los estatutos y archivos del partido, proveen al PJ de una extensa conexión con las clases bajas y trabajadoras de la sociedad”. Pero saber no es lo mismo que conocer intelectualmente. Y los peronistas les han faltado durante mucho tiempo – salvo clásicos demasiado repetidos – herramientas intelectuales para reevaluar su realidad (Y los críticas antiperonistas tampoco se han destacado por su rigor científico).

Este artículo está disponible en castellano desde hace algunos años; lo publicó Argirópolis, un proyecto de las Universidades Nacionales de Quilmes, La Plata y del Litoral y Página 12. Pero no tuvo mucha repercusión en las discusiones políticas locales (el proyecto es demasiado progre para el gusto peronista, y el artículo suena demasiado peronista para el gusto progre). Como es un poco largo para Internet, lo subiré en partes. Recomiendo leerlo. Y leer también las llamadas (65) que el autor hace sólo en esta primera parte: agregan datos muy sabrosos. Es un aporte a responder a una pregunta concreta. En las palabras de Levitsky ¿Cómo puede el PJ ser simultáneamente tan débil y tan fuerte?

UNA "DES ORGANIZACIÓN ORGANIZADA" (1° PARTE)

Organización informal y persistencia de estructuras partidarias locales en el peronismo argentino*

Steven Levitsky
Assistant Professor of Government, Harvard University
Septiembre 2008

El Partido Justicialista (PJ) o “peronista” argentino representa desde hace tiempo un misterio para los analistas. Si bien su fuerza electoral está más allá de toda discusión, la debilidad e inactividad de la burocracia partidaria y de los cuerpos formales dirigenciales ha llevado a numerosos estudiosos a describir la organización de este partido como inexistente. Asimismo, algunos especialistas descalificaron al partido peronista original como un “cadáver”[1] o como “poco más que un apéndice de las instituciones estatales”[2] y en el mismo sentido, el PJ contemporáneo ha sido descripto como un “simple membrete”[3] o un “comité electoral” dirigido por un pequeño círculo de “operadores” en Buenos Aires.[4]

Otra mirada de la organización del PJ revela, sin embargo, una llamativamente distinta visión. El PJ contemporáneo conserva una enorme infraestructura de base y sus cerca de cuatro millones de miembros (afiliados) lo hacen uno de los partidos democráticos más grandes del mundo. Por otro lado, sus profundas raíces sociales y organizacionales en las clases bajas y trabajadoras de la sociedad le han posibilitado sobrevivir a décadas de proscripción, la muerte de su carismático fundador, y más recientemente, la negación de su tradicional programa socioeconómico.
¿Cómo puede el PJ ser simultáneamente tan débil y tan fuerte?

Una de las mayores razones de esta confusión es que cuando los analistas investigan al PJ tienden a buscar en el lugar equivocado. La atención en la debilidad de la estructura formal del PJ oscurece la vasta organización informal que lo rodea.[5] La organización peronista consiste en una densa colección de redes personales (que operan desde sindicatos, clubes, ONGs y a menudo desde la casa de los militantes) que están en gran medida desconectadas (y son autónomas) de la burocracia partidaria. Aunque estas redes no pueden ser encontradas en los estatutos y archivos del partido, proveen al PJ de una extensa conexión con las clases bajas y trabajadoras de la sociedad. No obstante la impresionante cantidad de literatura existente sobre el peronismo, escasa investigación se ha realizado acerca de la organización del PJ,[6] y virtualmente no se ha realizado ningún trabajo sobre la estructura informal del partido. Como resultado de esto, conocemos muy poco acerca de cómo funciona el PJ, particularmente en el ámbito local.

El presente artículo busca llenar ese vacío. Sacando provecho de información recolectada durante un vasto estudio de las organizaciones peronistas del Gran Buenos Aires, el artículo examina cómo funciona internamente el PJ y cómo está organizado. A su vez, está dividido en dos secciones. La primera resume los orígenes y la estructura contemporánea del partido peronista.
Desafiando caracterizaciones del partido como una organización débil y personalista, se sostiene que el PJ es mejor entendido como un informal partido de masas. Si bien el peronismo mantiene una poderosa infraestructura de base, una amplia base activista, y extensos vínculos con la clase baja y trabajadora, posee sin embargo, a diferencia de los prototípicos partidos de masas, una organización informal y altamente descentralizada.

La segunda sección examina la relación entre el PJ y Carlos Menem durante la década del noventa. Contrariamente a muchos informes convencionales, el artículo sostiene que la relación de Menem con el PJ de base estuvo siempre mediada por las poderosas organizaciones locales. Estas organizaciones proveyeron al gobierno de Menem con un surtido de beneficios políticos que incluyen vastos recursos humanos, canales para la implementación política, distribución de patronazgo y solución de problemas a nivel local. Sin embargo, también restringieron el liderazgo de Menem, limitando su capacidad de imponer candidatos y estrategias a las unidades inferiores. De hecho, estas unidades locales continuamente rechazaban o ignoraban las instrucciones provenientes desde el liderazgo nacional, siguiendo estrategias que poco tenían que ver con Menem o su programa neoliberal.

El hincapié del artículo en la estructura interna del PJ nutre dos objetivos analíticos más amplios. Primero, resalta la importancia del estudio de los patrones informales de la organización partidaria. En muchos partidos latinoamericanos, la organización que existe en “el territorio” difiere sustancialmente de aquella señalada en los estatutos, y por ende, las reglas formales y procedimientos son manipulados, e incluso ignorados. No obstante, relativamente poco esfuerzo ha sido realizado para investigar, conceptualizar, y teorizar acerca de estas entidades organizacionales. Por tanto, la investigación sobre las estructuras informales de los partidos latinoamericanos puede jugar un rol muy importante en la ampliación y redefinición de la literatura existente sobre partidos y organizaciones partidarias. Como esta literatura se basa casi enteramente en países industrializados,[7] donde los partidos tienden a ser relativamente más institucionalizados, incorpora poca variación sobre estas dimensiones. Este fracaso en incorporar un abanico más amplio de casos tiene importantes costos teóricos.[8] Los partidos con estructuras informales y fluidas reglas internas funcionan de manera diferente (y con diferentes consecuencias) que los partidos más institucionalizados o burocráticos.[9] Para poder calcular sistemáticamente estas diferencias, necesitamos un entendimiento más exhaustivo de cómo funcionan los partidos latinoamericanos. El presente artículo da un paso en esa dirección, al ir más allá de los estatutos partidarios y las organizaciones formales, para examinar las reglas informales del juego que estructura la vida interna del PJ.

Asimismo, este artículo también busca contribuir a la emergente literatura sobre políticas de reforma económica en Argentina. Los primeros análisis de la etapa menemista caracterizaron las reformas como un tipo de revolución neoliberal desde arriba, impuesto por un poderoso presidente actuando en las márgenes del PJ, los principales grupos de interés, la legislatura y otras instituciones democráticas.[10] De hecho, la presidencia de Menem fue caracterizada (así como las de Fernando Collor y Alberto Fujimori) como un casi arquetípico caso de “neopopulismo”.[11] Sin embargo, investigaciones recientes sugieren que esto último habría sido algo exagerado. Por ejemplo, algunos investigadores han mostrado que la capacidad de Menem para imponer unilateralmente reformas fue en los hechos relativamente limitada, y la aprobación de las más importantes reformas requirió sustanciales concesiones a gobernadores, dirigentes laborales y empresariales, legisladores del PJ, y otros actores políticos y sociales clave.[12]

Asimismo, otros investigadores han desafiado la tesis de que el PJ se encontraba marginado con Menem, sosteniendo que el partido fue fundamental para el éxito de Menem tanto en la arena electoral como legislativa.[13] Los datos aquí presentados proveen más evidencia en esa dirección. Muestran no solo que el PJ permaneció activo en la década del noventa, sino también que la persistencia de fuertes organizaciones locales puso límites reales a la capacidad de liderazgo de Menem para transformar el partido desde arriba.

El artículo presenta datos de dos encuestas llevadas a cabo por el autor en 1997: 1) una encuesta de 112 agencias partidarias locales (unidades básicas, o UBs), basada en visitas a las UBs y entrevistas en profundidad con los militantes que las dirigían; y 2) una encuesta de 611 militantes partidarios, basada en un cuestionario de 39 puntos que fue distribuido a los militantes en cada una de las UBs encuestadas. Las encuestas se llevaron a cabo en la Capital Federal, donde predomina la clase media, y en las municipalidades del Gran Buenos Aires de La Matanza y Quilmes,[14] las cuales tienen una mayor población de clase baja y trabajadora. Las UBs fueron seleccionadas de forma de ser lo más representativas posible de la representación faccional interna, geográfica y socioeconómica de cada municipalidad. Aunque la Capital Federal, Quilmes y La Matanza no representen al país como un todo, los patrones organizacionales observados en esos distritos fueron confirmados por líderes partidarios y militantes de numerosas localidades del Gran Buenos Aires[15] y otras provincias industrializadas,[16] así como a través de visitas a un reducido número de unidades básicas en la ciudad capital provincial de San Miguel de Tucumán. Por lo tanto, hay razones para pensar que los hallazgos de este estudio puedan generalizarse, al menos, hacia adentro del peronismo urbano.[17]

Una organización informal: revisando la estructura del partido peronista

Los antropólogos Gerlach y Hine alguna vez observaron que los investigadores tienden a asumir que todas las organizaciones son jerárquicas y que tienen “una bien definida cadena de mando”.[18] De esta manera, “en las mentes de muchos, la única alternativa a una burocracia o a una organización líder-centralizada es ninguna organización en absoluto”.[19] Esto mismo ha sucedido en los estudios sobre el peronismo. Carente de una organización disciplinada, jerárquica y burocrática, que es característica de muchos otros partidos de clase obrera, el partido peronista no ha recibido casi ninguna atención académica. Los pocos análisis existentes sobre el PJ hacen hincapié en su estructura de liderazgo formal en el ámbito nacional.[20] Siendo esta estructura de hecho inoperante, una visita a las oficinas del partido nacional revela una burocracia altamente subdesarrollada. El más alto cuerpo ejecutivo del partido, el Consejo Nacional, carece de recursos sustanciales o de un staff profesional, posee escasa información sobre las agencias partidarias provinciales, y no tiene virtualmente ningún registro de sus propias actividades previas a 1990.[21] Más allá de un puñado de custodios y de personal administrativo de bajo nivel, la sede del partido nacional está generalmente vacía, al igual que las sedes provinciales y locales del partido que se encuentran en una situación aun mayor de inoperatividad.

A la luz de esta debilidad burocrática, los analistas a menudo han concluido que el PJ es una organización débil, o incluso inexistente, y que sus líderes partidarios mantienen con la base partidaria una relación personalista e inconsensuada.[22] De esta forma, aplicar los conocidos marcos conceptuales de investigadores europeos como Kirchheimer y Panebianco,[23] caracteriza al PJ como un partido “profesional-electoral”[24] o como “todo abarcativo”.[25]
Sin embargo, focalizar en la debilidad de la burocracia del PJ lleva a oscurecer el poder de la organización informal que lo rodea. El peronismo consiste en una vasta colección de redes informales que operan desde un grupo de diferentes entidades, que incluyen sindicatos, cooperativas, clubes, comedores, y a menudo hogares. Estas entidades informales son autoorganizadas y autooperativas, no aparecen en los estatutos del partido, raramente están registradas con las autoridades partidarias, y mantienen una casi total autonomía respecto a la burocracia partidaria. Sin embargo constituyen la mayor parte de la organización del PJ. Si, siguiendo a Sartori, definimos a un partido político como “cualquier grupo político que se presenta a elecciones, y es capaz de ubicar a través de elecciones candidatos para la función pública”,[26] entonces todas las subunidades peronistas (formales o informales) que participan en la política electoral, deberían ser consideradas parte de la organización del partido. Los estudios sobre el PJ que hacen hincapié en la estructura formal del partido pierden de vista esta infraestructura informal, y como resultado, descartan la mayor parte de la organización del partido.

Emplear la distinción de Panebianco entre partidos como “masa burocrática” y partidos como “profesionales electorales”,[27] sería tal vez más adecuada para describir al PJ como un partido de masas informal. Es un partido de masas en el sentido que mantiene una poderosa infraestructura de base, extensos vínculos con la clase baja y trabajadora, y una amplia membresía y base militante. Es informal en el sentido que las subunidades peronistas son autoorganizadas, carecen de una estructura organizacional standard, y generalmente no están integradas a (o sujetas a la disciplina de) la burocracia central del partido.

Las raíces de la informalidad: El peronismo como movimiento

Las raíces de la estructura informal del PJ residen en su particular historia. A pesar de que el peronismo se originó como un partido carismático[28] durante el primer gobierno de Perón (1946-1955), con una jerarquía centralizada, aunque no burocrática, basada en el liderazgo personalista de Juan Perón,[29] la organización cambió considerablemente después del derrocamiento de Perón en 1955. Proscripto e intermitentemente reprimido a lo largo del período 1955-1983, el peronismo se movió subterráneamente, sobreviviendo en los sindicatos, organizaciones de cuadros partidarios clandestinas, y miles de redes barriales militantes.[30] Sin embargo, a diferencia de otros partidos obreros proscriptos (como los comunistas franceses, los socialdemócratas alemanes, y la Acción Democrática venezolana), que sobrevivieron épocas de represión creando organizaciones jerárquicas y disciplinadas, el verticalismo del peronismo colapsó después de 1955, y la organización cayó en un estado descentralizado y semianárquico.

Los primeros actos de la resistencia peronista fueron “iniciativas atomizadas y espontáneas” llevadas a cabo en “ausencia de un liderazgo nacional coherente”.[31] Los peronistas operaron desde autoconstituidos “comandos” basados en uniones preexistentes, amistades barriales y redes familiares.[32] Los vínculos entre estos comandos locales fueron “como mucho tenues”,[33] y los cuerpos creados para coordinar sus actividades, como el Centro de Operaciones de Resistencia y el Grupo Peronista de Resistencia Insurreccional, fueron inefectivos.[34]

Con posterioridad a 1955, el peronismo se transformó en una estructura segmentada y descentralizada, que según Gerlach y Hine, puede ser caracterizada como un “movimiento”.[35] Los subgrupos peronistas se autoorganizaron con autonomía de cada uno de ellos y de las autoridades centrales. En el ámbito nacional, el peronismo fue poco más que “una federación laxa de diferentes grupos leales a Perón”,[36] que incluía sindicatos, organizaciones paramilitares de izquierda y de derecha,[37] y numerosos partidos provinciales “neoperonistas”.[38] Ningún grupo organizacional contuvo a estos subgrupos, y no emergió ninguna estructura central de autoridad con capacidad de coordinar sus actividades, disciplinarlos, o incluso definir quién era o no era peronista. Aunque Perón permanecía como el líder indisputado del movimiento, su autoridad estaba limitada a las decisiones principales, y los cuerpos que creó para representarlo, como el Consejo Superior de Coordinación y el Comando Táctico, eran rutinariamente ignorados por los sindicatos, los grupos paramilitares, y los jefes provinciales.[39] Si bien los peronistas que desobedecían las órdenes de Perón eran a veces expulsados del movimiento, esas expulsiones eran a menudo ignoradas y casi nunca eran permanentes.[40]

Después de un breve retorno al poder entre 1973 y 1976, el peronismo cayó nuevamente en un estado anárquico durante el período dictatorial de 1976 a 1983. El grueso de la actividad partidaria urbana migró a los sindicatos, pese a que muchos militantes también trabajaron dentro de un número de organizaciones clandestinas. Aunque las unidades básicas estaban cerradas, muchos continuaron operando desde “grupos de trabajo” informales. Otros “se refugiaron en organizaciones no gubernamentales”,[41] como las sociedades de fomento,[42] clubes barriales, comedores, y organizaciones religiosas.[43] Inclusive, otros trabajaron desde fachadas como los centros de estudiantes.[44] Aunque existen pocos datos sobre el peronismo clandestino durante el Proceso, el número de militantes que se incorporó en al menos esporádicas actividades políticas parece haber sido significativo.

De las unidades básicas encuestadas por el autor en 1997, el 58% estaba dirigida por un militante que militó en el peronismo durante la dictadura. Como resultado del trabajo clandestino, al colapsar el régimen militar en 1982, el peronismo rápidamente resurgió como una organización de masas. Las unidades básicas brotaron (aparentemente de la nada) por todo el país y ya a mediados de 1983 el PJ había afiliado a más de tres millones de miembros, lo que representaba más que el resto de los partidos combinados.[45]

A diferencia de períodos previos de dirigencia civil, durante las cuales las organizaciones peronistas ignoraron la actividad partidaria, el PJ sufrió después de 1983 un proceso de “partidización” sin precedentes. Como las elecciones comenzaron a ser percibidas como la única forma legítima de acceder al poder, prácticamente todas las subunidades peronistas se integraron dentro de la actividad partidaria a través de la participación en elecciones internas. Los sindicatos peronistas invirtieron fuertemente en la política partidaria,[46] lo mismo hicieron las anteriores organizaciones paramilitares como Guardia de Hierro, Comando de Organización (C de O), la Juventud Peronista (JP) y Montoneros.[47] Para mediados de la década del ochenta, a excepción de los sindicatos, la actividad peronista no partidaria había en gran medida desaparecido.

El proceso de “partidización” no fue, sin embargo, acompañado por un proceso de burocratización. Más que establecer una estructura burocrática, el PJ post `83 retuvo aspectos clave de su organización como movimiento. El peronismo reemergió después de la dictadura desde abajo hacia arriba y de una forma semianárquica. Los militantes establecieron sus propias unidades básicas sin la aprobación (e incluso el conocimiento) de la jerarquía partidaria. Ésta no solo no creó o financió unidades básicas, sino que tampoco pudo establecer quién podía crearlas, cuántas fueron creadas, o dónde estaban localizadas. Por otra parte, aunque si bien los sindicatos, los ex paramilitares, y numerosas redes territoriales informales entraron a la actividad partidaria en la década del ochenta, no abandonaron sin embargo sus formas organizacionales ni se integraron a la burocracia partidaria. En cambio, permanecieron autoorganizadas, creando, financiando y operando sus propias unidades básicas. Como resultado de esto, la organización nacional del PJ permaneció como una unión laxa y heterogénea de débiles facciones nacionales, paramilitares, organizaciones obreras y emergentes feudos provinciales.

Pese a que el período de renovación de 1987-1989 trajo algún grado de orden institucional al partido,[48] las reformas asociadas a este período fueron menos importantes de lo que habitualmente se cree. Durante dicho período, los reformistas (llamados Renovadores) dieron importantes pasos en pos de la democratización interna del PJ (como la introducción de elecciones directas para la selección de candidatos y líderes) y prestaron una atención a su estructura formal sin precedentes. Los órganos formales del partido, como el Consejo Nacional, se reunieron con más frecuencia y el partido comenzó a tener registro de sus actividades, y un gran esfuerzo se realizó para adherir a los estatutos partidarios. Sin embargo, aparte de la introducción de elecciones internas, la Renovación hizo poco para cambiar la forma en que el PJ realmente funcionaba en la práctica. Fracasaron para imponer una norma para la estructura organizacional del partido y fueron incapaces de crear una burocracia central efectiva, capaz de disciplinar a las organizaciones inferiores. En consecuencia, las subunidades permanecieron informales y relativamente autónomas.

El peronismo contemporáneo: Un partido de masas informal

De acuerdo a los estatutos partidarios que surgieron luego del proceso de reformas de 1987, el PJ contemporáneo se encuentra estructurado al estilo de los partidos de masas europeos, con una cadena burocrática y un comando que corre desde el Consejo Nacional pasando por las estructuras provinciales y municipales y finalizando en las unidades básicas barriales.[49] Sin embargo, en la práctica el partido parece más lo que un intendente peronista calificó como una “desorganización organizada”.[50] El PJ conserva una masiva organización con profundas raíces en las clases bajas y trabajadoras, pero estos vínculos continúan siendo no burocráticos, informales y altamente descentralizados.

Una organización de masas

Aunque ningún partido moderno “encapsula” a sus miembros en el mismo grado que lo hicieron algunos partidos de masas europeos de principios del siglo XX,[51] el PJ conserva lo que para los estándares contemporáneos sería una poderosa organización de masas. En primer lugar retiene una importante masa de miembros. Las afiliaciones al partido alcanzaron los 3,85 millones en 1993, lo que representaba un 18% del electorado.[52] La participación electoral interna del 54,2% excedió a las de las social democracias de la pos guerra en Austria, Alemania y Suecia.[53] Aunque la utilidad de estas comparaciones está limitada por el hecho de que la membresía al PJ supone un menor nivel de compromiso respecto al de los partidos de masas europeos,[54] esta inmensa masa de afiliados es no obstante impresionante.

En segundo lugar el PJ conserva una densa infraestructura territorial. A pesar de que el fracaso del partido en tener un registro de sus unidades básicas hace difícil medir correctamente la densidad de su organización, evidencia proveniente de La Matanza, Quilmes y San Miguel de Tucumán sugiere que la infraestructura de base del PJ continúa siendo extensa y densamente organizada. En 1997 estas tres localidades reunían aproximadamente una UB por cada 2000 residentes y más de dos UBs por kilómetro cuadrado.[55]

Tercero, el PJ continúa profundamente enclavado en las clases bajas y obreras por medio de sus vínculos con una variedad de organizaciones (formales e informales). En el nivel más básico, las organizaciones partidarias a nivel municipal conservan extensos vínculos con redes interpersonales en los barrios más humildes. En las zonas de clase baja, los “líderes naturales” o “solucionadores de problemas” son generalmente peronistas.[56] Aunque muchos de estos “líderes naturales” no son militantes full time, casi todos mantienen lazos (a través de amigos, vecinos, o parientes) con las redes partidarias informales. Estos lazos son periódicamente activados tanto “desde abajo”, como “desde arriba”: los “solucionadores de problemas” los utilizan para tener acceso a recursos gubernamentales, mientras que los “punteros” locales los utilizan para reclutar gente para elecciones o movilizaciones.[57]

En el mismo sentido, las organizaciones partidarias locales también mantienen vínculos con un abanico de organizaciones sociales. Históricamente las más importantes han sido los sindicatos. Si bien la influencia de éstos en el PJ ha declinado considerablemente desde mediados de la década del ochenta, la mayoría de ellos permaneció activo en la política a nivel local hasta avanzados los años noventa. De 36 sindicatos locales relevados por el autor en 1997, 33 (92%) participó de la actividad partidaria ese año.[58] Las organizaciones del PJ también están relacionadas con una variedad de movimientos sociales urbanos, como ocupadores de viviendas y organizaciones villeras (de las villas miseria). En la Capital Federal, por ejemplo, la mayoría de las organizaciones villeras está dirigida por militantes del PJ, y organizaciones de habitantes de villas miseria, como Movimiento Villero y Frente Social, mantienen estrechos lazos con el PJ. En La Matanza, cinco de las 31 UBs encuestadas estaban vinculadas a asentamientos ocupados, y el coordinador de la Mesa de Asentamientos Ocupados, que proclamó representar 60 organizaciones villeras, es militante del PJ local.[59]

Las organizaciones justicialistas de base están asimismo vinculadas a una serie de organizaciones no gubernamentales, que incluyen sociedades de fomento, cooperativas escolares, y comedores.

[60] Por ejemplo, dirigentes villeros de la Capital Federal estiman que “setenta u ochenta por ciento” de los 150 comedores de la ciudad están dirigidos por peronistas.[61] Similares estimaciones han sido realizadas para los distritos del Gran Buenos Aires de Hurlingham, Lanús y Quilmes.[62] En cambio, un número más pequeño de unidades básicas está relacionado con organizaciones religiosas. Por último, muchas organizaciones peronistas mantienen vínculos con clubes locales y barriales.[63] En este sentido son de particular importancia los clubes de fútbol locales (especialmente los de segunda división o “B”). Los líderes utilizan a menudo a fanáticos de clubes para campañas, pintadas callejeras, y en algunas ocasiones, intimidar oponentes. Son muchos los casos de vínculo tipo partido-club en Capital Federal y Gran Buenos Aires. Por ejemplo, el control del dirigente sindical Luis Barrionuevo en el club de fútbol Chacarita, le sirvió para establecer una poderosa base política en el Gran Buenos Aires. En La Matanza, el partido local utiliza fanáticos del club Laferrere para movilizaciones y pintadas.[64] Estos vínculos son comunes también en las provincias del interior. En Tucumán, por citar un ejemplo, los dos principales clubes de fútbol estaban controlados por peronistas a fines de los años noventa.[65]

En conjunto, más de la mitad (56,7%) de las UBs encuestadas por el autor evidenciaron vínculos con una o más instituciones sociales, y más de un tercio (36,5%) estaban relacionadas con dos o más de esas entidades. Estos datos están resumidos en el Cuadro 1. De las UBs encuestadas, 22,1% tenían vínculos con escuelas o cooperativas infantiles, 20,2% estaba relacionada con comedores u otras organizaciones de ayuda, 14,4% tenía vínculos con sindicatos, 8,7% con organizaciones eclesiásticas, y 6,7% con organizaciones de asentamientos ilegales.

Cuadro 1.
Vínculos sociales de las unidades básicas relevadas en Capital Federal y Gran Buenos Aires*


*No hubo información disponible para ocho de las UBs relevadas.

(Traducción del inglés: Lic. Juan López Chorne )

NOTAS:[1] Félix Luna, Perón y su tiempo, (Buenos Aires, 1984), p.60. Luna escribe que “nadie es capaz de escribir la historia del partido peronista entre 1946 y 1955 porque ésta nunca existió” [N del T: los encomillados representan la traducción de las citas del autor y no así, la reproducción de los textos escritos en español citados]
[2] Marcelo Cavarozzi, Peronismo y Radicalismo: transiciones y perspectivas (Buenos Aires, 1988), p.4. Para una crítica de esta visión ver Moira Mackinnon, “Sobre los orígenes del partido peronista: Notas introductorias”, en W. Ansaldi, A. Pucciarelli, y J. Villareal, Representaciones inconclusas: Las clases, los actores, y los discursos de la memoria, 1912-1946 (Buenos Aires, 1995).
[3] Gabriela Cerruti, El Jefe: Vida y Obra de Carlos Saúl Menem (Buenos Aires, 1993), p.338.
[4] Marcos Novaro, “Menemismo y peronismo: Viejo y nuevo populismo”, en Ricardo Sidicaro y Jorge Mayer (eds.), Política y sociedad en los años de Menem (Buenos Aires, 1995), p.60; y Vicente Palermo y Marcos Novaro, Política y poder en el gobierno de Menem (Buenos Aires, 1996), pp. 370-376.
[5] Este foco en la organización informal fue inspirado por la reciente discusión de Guillermo O´Donnell sobre instituciones informales en regímenes democráticos. Ver O´Donnell, “Illusions About Consolidation”, Journal of Democracy, vol. 7, no. 2 (1996), pp. 34-51.
[6] Algunas excepciones incluyen a Vicente Palermo, Democracia Interna en los Partidos (Buenos Aires, 1986) y Ana María Mustapic, “El Partido Justicialista: Perspectiva histórica sobre el desarrollo del partido. La estructura del partido”, manuscrito no publicado, Universidad Torcuato Di Tella, Buenos Aires, 1996.
[7] Por ejemplo, Maurice Duverger, Political Parties: Their Organization and Activity in the Modern State (New York, 1954/1963); Angelo Panebianco, Political Parties: Organization and Power (Cambridge, 1988); Herbert Kitschelt, The Transformation of European Social Democracy (New York, 1994), Richard S. Katz y Peter Mair, How Parties Organize: Change and Adaptation in Party Organizations In Western Democracies (London, 1994).
[8] Scott Mainwaring puntualiza algo similar en su reciente trabajo sobre el sistema político brasileño (Mainwaring, Rethinking Party System in the Third Wave of Democratization: The case of Brazil (Stanford, 1999), pp. 21-25).
[9] Ver Steven Levitsky “Crisis, Party Adaptation, and Regime Stability in Argentina”, Party Politics, vol. 4, no. 4 (1998), pp. 445-470; Mainwaring, Rethinking Party Systems in the Third Wave of Democratization.
[10] Guillermo O´Donnell, “Delegative Democracy”, Journal of Democracy, vol.5, no 1 (1994), pp. 55-69; Christopher Larkins, “The Judiciary and Delegative Democracy in Argentina”, Comparative Politics, vol. 30, no 4 (1998), pp. 423-442; Larry Diamond, Developing Democracy: Toward Consolidation (Baltimore, 1999), pp. 34-35.
[11] Kenneth Roberts, “Neoliberalism and the Transformation of Populism in Latin America”, World Politics, vol. 48, no. 1 (1995), pp. 110-112; Kurt Weyland, “Neopopulism and Neoliberalism in Latin America”, Studies in Compartive International Development, vol. 31, no. 4 (1999), pp. 379-401.
[12] Pablo Gerchunoff y Juan Carlos Torre, “La política de liberalización económica en la administración de Menem”, Desarrollo Económico, vol. 36, no.143 (1996): 733-768; Palermo y Novaro, Política y poder en el gobierno de Argentina; Edward L Gibson, “The Populist Road to Market Reform: Policy and Electoral Coalitions in Mexico and Argentina”, World Politics, vol. 49, no. 3 (abril 1997), pp. 339-370; Edward L. Gibson y Ernesto Calvo, “Electoral Coalitions and Market Reform: Evidence from Argentina”, Trabajo presentado en el XX Congreso Internacional de la Latin American Studies Association, Guadalajara, México, 17-20 de abril, 1997; Sebastián Etchemendy y Vicente Palermo, “Conflicto y concertación: Gobierno, Congreso y organizaciones de interés en la reforma laboral del primer gobierno de Menem”, Desarrollo Económico, vol. 37, no 148 (1998), pp. 559-590; Mariana Llanos, “El presidente, el congreso y la política de privatizaciones en la Argentina”, Desarrollo Económico, vol. 38, no. 151 (1998).
[13] Gibson, “The Populist Road to Market Reform”; Steven Levitsky, “From Laborism to Liberalism: Institutionalization and Labor-Based Party Adaptation in Argentina, 1983-97”, Disertación de Doctorado (Departamento de Ciencia Política, University of California, Berkeley, 1999); Javier Corrales, “Presidents, Ruling Parties, and Party Rules: A Theory on the Politics of Economic Reform in Latin América”, Comparative Politics, vol. 32, no. 2 (enero 2000), pp. 127-150.
[14] La Matanza y Quilmes fueron seleccionadas por ser relativamente representativas del peronismo del Gran Buenos Aires. Ambos distritos están cerca de la media en diversas dimensiones demográficas y socioeconómicas, y cada uno posee características propias del primer y segundo “cinturón”. El primer cinturón representa una zona más establecida e industrializada, con una mayor población de clase media y trabajadora, mientras que el segundo cinturón es más pobre, menos desarrollado, y poblado por un mayor número de migrantes internos. Muchos de estos migrantes viven en Villas Miseria. Aunque el PJ es fuerte en ambos cinturones, es particularmente dominante en el segundo.
[15] Incluye Avellaneda, Berazategui, Hurlingham, Ituzaingo, José C. Paz, Lanús y Tres de Febrero.
[16] Incluye Córdoba, Mendoza y Santa Fe.
[17] Las entrevistas con líderes y militantes de las áreas rurales sugieren que esos patrones se extienden también a esas áreas, sin embargo la falta de datos limita nuestra capacidad para generalizar con certeza sobre el peronismo periférico.
[18] Luther P. Gerlach y Virginia H. Hine, People, Power, Change: Movements of Social Transformation (New York, 1970), p. 33.
[19] Gerlach y Hine, People, Power, Change, p.34.
[20] Alberto Ciria, “Peronism and Political Structures, 1945-55”, en Ciria (ed), New Perspectives on Modern Argentina (Bloomington, 1972); Ciria, Política y Cultura Popular: la Argentina Peronista, 1946-55 (Buenos Aires, 1983); Carlota Jackisch, Los Partidos Políticos en América Latina: Desarrollo, estructura y fundamentos programáticos. El caso argentino, (Buenos Aires, 1990); Mustapic, “El Partido Justicialista”.
[21] Cuando el recientemente creado Instituto Juan D. Perón se contactó con la sede partidaria en 1997 para invitar a los miembros del Consejo Nacional a su inauguración, los administrativos del partido fueron incapaces incluso de facilitar los teléfonos o direcciones del cuerpo de miembros.
[22] Marcos Novaro, Pilotos de Tormentas: crisis de representación y personalización de la política en Argentina (1989-1993) (Buenos Aires, 1994), pp. 76-89; Palermo y Novaro, Política y Poder, pp. 370-376; Weyland, “Neopopulism and Neoliberalism in Latin America”.
[23] Otto Kirchheimer, “The Transformation of West European Party System”, en Joseph La Palombara y Myron Weiner (eds.), Political Parties and Political Development (Princeton, N.J., 1996), pp. 177-200; Panebianco, Political Parties, pp. 264-267.
[24] Novaro, “Peronismo y Menemismo”, pp. 59-60.
[25] Eugenio Kvaternik, “El Peronismo de los `90s: un análisis comparado”, Agora, no 3 (1995), p.9; Mustapic, “El Partido Justicialista”, p.74.
[26] Giovanni Sartori, Parties and Party Systems: A Framework for Analysis (Cambridge, 1976), p. 64.
[27] Panebianco, Political Parties, pp. 264-267.
[28] Sobre partidos carismáticos, ver Panebianco (1988).
[29] Para el análisis de los principios del peronismo, ver Walter Little, “Party and State in Peronist Argentina”, Hispanic American Historial Rewiew vol. 53, no 4 (1973), pp. 644-662; Ciria, Política y Cultura Popular; Susana Elena Pont, Partido Laborista: Estado y Sindicatos (Buenos Aires, 1984); Juan Carlos Torre, La Vieja Guardia Sindical y Perón: Sobre los orígenes del peronismo (Buenos Aires, 1990); Mackinon, “Sobre los orígenes del partido peronista”.
[30] Los militantes formaron las “unidades básicas andantes”, que iban de casa en casa realizando encuentros bajo la cortina de “asados” o fiestas de cumpleaños. Estos grupos encararon una variedad de actividades clandestinas, incluyendo grupos de estudio, “encuentros iluminadores” (en los que los militantes se encontraban en alguna esquina, cantaban la Marcha Peronista, y luego se iban), brigadas nocturnas de graffitis, misas por Evita, y distribución de literatura en partidos de fútbol.
[31] Daniel James, Resistance and Integration: Peronism and the Argentine Working Class, 1946-1976 (New York, 1988), pp. 51-52.
[32] Daniel James, Resistance and Integration,p.78
[33] Daniel James, Resistance and Integration, p.78.
[34] Daniel James, Resistance and Integration, p. 143-144.
[35] Gerlach y Hine, People, Power, Change. Según Gerlach y Hine, los movimientos pueden distinguirse de las organizaciones burocráticas porque son segmentados y descentralizados (pp. 33-45). Son segmentados porque las subunidades son mayoritariamente autónomas entre sí y no interactúan regularmente (pp. 41-42). Son descentralizadas porque las subunidades no están integradas a la jerarquía central. Por lo tanto, ninguna autoridad central puede “tomar decisiones encomendando a todos los participantes del movimiento” (p.36).
[36] Daniel James, Resistance and Integration, p.184.
[37] Incluye al Comando de Organización y a la Guardia de Hierro por la derecha y a Montoneros, Descamisados y las Fuerzas Armadas Peronistas por la izquierda.
[38] Los neoperonistas eran organizaciones peronistas que competían en las elecciones provinciales bajo etiquetas partidarias inventadas, como Unión Popular, Partido Populista y Justicia Social. Estos partidos no se juntaron en una única organización nacional, sino que estaban fragmentadas en autónomas (y disputantes) organizaciones. Ver María Fernanda Arias y Raúl García Heras, “Carisma Disperso y Rebelión: Los partidos neoperonistas”, En Samuel Amaral y Mariano Ben Plotkin (eds.), Perón: del exilio al poder (Buenos Aires, 1993).
[39] Ver María Fernanda Arias y Raúl García Heras, “Carisma Disperso y Rebelión”; Miguel Bonasso, El presidente que no fue: Los archivos ocultos del peronismo (Buenos Aires, 1998).
[40] Un ejemplo es el caudillo catamarqueño Vicente Saadi, quien fue expulsado dos veces. En 1958, Saadi fue expulsado después de desobedecer la orden de Perón de apoyar a Arturo Frondizi en las elecciones presidenciales de ese año. No obstante, Saadi retuvo el control del peronismo catamarqueño, y en 1961, fue reinstituido al partido. En el mismo sentido, cuando Perón expulsó a los Montoneros en 1974 , el líder Montonero Dardo Cobo declaró: “Nadie tiene el derecho a echarnos. Nadie puede expulsarnos” (Citado en Liliana de Riz, Retorno y Derrumbe: el último gobierno peronista (Buenos Aires, 1981), pp.153-154[N del T: los encomillados representan la traducción de las citas del autor y no así, la reproducción de los textos escritos en español citados].
[41] Entrevista del autor con Aníbal Stela, líder del PJ en La Matanza, 16 de julio de 1997.
[42] Centros barriales de desarrollo no gubernamentales.
[43] En Tucumán los peronistas operaron desde “centros barriales” en áreas de clase baja, mientras que en las villas miseria de Capital Federal, crearon “juntas barriales” y comedores.
[44] Por ejemplo, una facción importante de Río Negro militó desde el “Instituto de Estudio de Río Negro”.
[45] Clarín, 23 de abril, 1983, p. 6 y 21 de julio, 1983, p. 4. Dada la imposibilidad del partido para acceder a recursos estatales, esta inicial explosión de activismo partidario se basó principalmente en incentivos colectivos y no materiales. Aunque los sindicatos (que sí tenían acceso a recursos estatales) jugaron un rol importante en el financiamiento del partido a principios de la década del ochenta, un gran número de militantes estaban vinculados al partido por compartir una ideología e identidad. Éstos fueron generalmente reclutados por medio de redes familiares y de amistad por organizaciones sociales como sindicatos, cooperativas, clubes y organizaciones religiosas.
[46] En un relevamiento de 39 sindicatos nacionales, llevado a cabo por el autor, 35 reportaron haber participado en política en la década del ochenta, y 31 reconocieron haber ubicado miembros en las listas parlamentarias del PJ o como líderes partidarios. Esta evidencia contrarresta el postulado de James McGuire acerca de que dos de las cuatro facciones sindicales peronistas (los Ubaldinistas y los “15”) no participaron de la actividad partidaria en la década del ochenta (Mcguire, “Union Political Tactics and Democratic Consolidation in Alfonsín`s Argentina, 1983-1989”, Latin American Reseach Review, vol. 27, no. 1 (1992), pp. 62-65). Mientras que es cierto afirmar que esas organizaciones no actuaron junto al partido en el ámbito nacional, los sindicatos individuales dentro de esas facciones participaron de hecho activamente.
[47] Guardia de Hierro estableció poderosas facciones territoriales en distritos urbanos como Capital Federal, Buenos Aires, y Santa Fe, obteniendo seis escaños en el Congreso y la gobernación de Formosa. Los Montoneros, aliados con el caudillo catamarqueño Vicente Saadi crearon una facción partidaria a nivel nacional llamada Intransigencia y Movilización, la cual se sostuvo en las redes montoneras y fue ampliamente financiada por éstos. Asimismo C de O participó activamente en elecciones internas y obtuvo la elección de Alberto Brito Lima en el Congreso. Incluso las facciones más movilizadas de la Juventud Peronista, como la de Juan Carlos Dante Gullo, participaron regularmente de elecciones internas después de 1983.
[48] Mustapic, “El Partido Justicialista”, pp. 67-68; Marcos Novaro y Vicente Palermo, Los caminos de la centro-izquierda: Dilemas y desafíos del FREPASO y la Alianza (Buenos Aires, 1998), pp. 47-52.
[49] La jerarquía partidaria formal consta de cuatro niveles: (1) el liderazgo nacional, que incluye al Consejo Nacional y al congreso partidario; (2) Comités provinciales, que generalmente son dirigidos por consejos partidarios provinciales; (3) Comités municipales, que son dirigidos por consejos municipales; y (4) Unidades básicas barriales. El más alto cuerpo de autoridad es el congreso partidario, que tiene el poder para determinar el programa partidario, modificar la carta partidaria, e intervenir en las autoridades provinciales. El liderazgo diario del partido es realizado por un Consejo Nacional de 110 miembros y su Junta de 32 miembros ejecutivos (Partido Justicialista, Carta Orgánica Nacional (Buenos Aires, 1991), artículos 20-21).
[50] Entrevista del autor con Juan José Álvarez, intendente de Hurlingham, 18 de julio de 1997. El líder partidario local, José Montenegro describió al PJ como una “gigante red informal” (entrevista del autor, 26 de agosto de 1997). Según Montenegro “algunos peronistas trabajan en unidades básicas, otros en sus casas y otros en sociedades de fomento. Pero todos son parte de la red. Ésta está siempre presente, a veces latente, pero siempre lista para ser activada”.
[51] Giovanni Sartori, “European Political Parties: The Case of Polarized Pluralism”, en Robert Dahl y D.E. Neubauer (eds.), Readings in Modern Political Analysis (New York, 1968), pp. 122-123; E. Spencer Wellhofer, “Strategies for Party Organization and Voter Mobilization: Britain, Norway, and Argentina”, Comparative Political Studies, vol. 12, no. 3 (1979), pp. 169-204.
[52] Mark Jones, “Evaluating Argentina`s Presidential Democracy: 1983-1995”, en Scott Mainwaring y Mathew Soberg Shugart (eds.), Presidentialism and Democracy in Latin America (New York, 1997), p. 274.
[53] Stefano Bartolini y Peter Mair, Identity, Competition, and Electoral Availability (Cambridge, 1990), p. 234.
[54] Por ejemplo, los peronistas no pagan cuotas regulares.
[55] En La Matanza, donde hay aproximadamente 700 UBs, se estima que hay una UB por cada 1754 residentes y 1,8 UBs por kilómetro cuadrado. En Quilmes, donde hay aproximadamente 300 UBs, se estima que hay una por cada 1822 residentes y 3,28 UBs por kilómetro cuadrado. (Basado sobre datos demográficos del Informe de Coyuntura, La Plata, noviembre-diciembre 1996, p. 98). En San Miguel, el PJ tiene aproximadamente 250 UBs, lo que es equivalente a aproximadamente una por cada 2400 residentes.
[56] Para un esclarecedor informe sobre “redes de solucionadores de problemas”, ver Javier Auyero, “The Politics of Survival: Problem-Solving Networks and Political Culture Among the Urban Poor in Contemporary Buenos Aires”, disertación de doctorado, New School for Social Research, New York, 1997.
[57] Hay un lado oscuro en este clivaje social. Como los barrios pobres urbanos son con frecuencia centro de actividades ilícitas como tráfico de drogas, prostitución y apuestas, las redes peronistas están inevitablemente ligadas a estas actividades. Pese a la dificultad de obtener datos sobre las redes ilícitas peronistas, es ampliamente reconocido que las facciones peronistas de La Matanza están vinculadas al narcotráfico, las apuestas, la prostitución y la extorsión. Por ejemplo, redes de trabajadores temporarios del Mercado Central de La Matanza, que son regularmente movilizados por facciones peronistas para pintar grafitos y asistir a movilizaciones, están también sospechados de estar involucrados en el tráfico de drogas y en otras actividades criminales, incluyendo la golpiza a un periodista que estaba escribiendo un libro sobre Eduardo Duhalde, gobernador de la Provincia de Buenos Aires.
[58] Todos los sindicatos relevados se encuentran en Capital Federal, La Matanza, y Quilmes.
[59] Entrevista del autor con Raúl Tuncho, 30 de agosto de 1997. En el mismo sentido, en la zona de San Francisco Solano en Quilmes, donde 20.000 personas realizaron asentamientos durante el Proceso, la organización política Justicia Social se unió al peronismo a principios de la década del ochenta (Luis Fara, “Luchas Reivindicativas Urbanas en un contexto autoritario”, en Elizabeth Jelin (ed.), Los nuevos movimientos sociales (Buenos Aires, 1989), pp. 184-185).
[60] En Quilmes, por ejemplo, la mayoría de las aproximadamente 150 sociedades de fomento está dirigida por peronistas. La Federación de Sociedades de Fomento de Quilmes, que dice representar a 90 sociedades, se vinculó al PJ a través de la creación del Centro Justicialista de Comunidades Organizadas y ubicando a su presidente, Cornelio Melgares, en el liderazgo del PJ local (entrevistas del autor con Cornelio Melgares, 2 de abril de 1997, y con José Luis Saluzzi director de Entidades No Gubernamentales de Quilmes, 4 de septiembre de 1997).
[61] Entrevistas del autor, 31 de mayo de 1997.
[62] Los datos de Hurlingham están basados en la entrevista del autor con el intendente de esa localidad, Juan José Álvarez, el 18 de julio de 1997. Los datos de Lanús se basan en la investigación de Javier Auyero (comunicación personal). Los de Quilmes en la entrevista del autor con José Luis Saluzzi, director de Entidades No Gubernamentales de Quilmes, 4 de septiembre de 1997.
[63] En La Matanza, tres de los más grandes clubes (Almirante Brown, Huracán, y Laferrere) tienen estrechos vínculos con el PJ. En el barrio capitalino de Caballito, militantes del Frente de Unidad Peronista han dirigido al club Ferrocarril Oeste y al club Italiano desde la década del setenta.
[64] En la Capital Federal, el concejal Raúl Padró utiliza a fanáticos del club Defensores de Belgrano como una base organizacional, mientras que los vínculos de la UOM con fanáticos del club Nueva Chicago fortalecen su presencia política en Mataderos y otros barrios del sur de Capital Federal. En Lomas De Zamora, facciones del PJ mantienen estrechos lazos con el club Banfield, y en Lanús, el club local está vinculado al intendente del PJ Manuel Quindimil.
[65] Uno de estos clubes, Atlético Tucumán, estaba dirigido por el senador del PJ (y posteriormente gobernador) Julio Miranda. En el mismo sentido, en San Juan, el control sobre el club San Martín ayudó a lanzar las carreras políticas del legislador Juan José Chica Rodríguez y del gobernador peronista Jorge Escobar.

UNA "DES ORGANIZACIÓN ORGANIZADA" (2° PARTE)

Organización informal y persistencia de estructuras partidarias locales en el peronismo argentino*

Steven Levitsky
Assistant Professor of Government, Harvard University
Septiembre 2008

Aquí está el siguiente fragmento del artículo de Levitsky. Como les anticipé en la Introducción, nada de lo que dice será nuevo para alguien que haya militado en una agrupación peronista o en un sindicato. Pero en los datos que reúne y en las notas, hay carne muy jugosa para todo aquel al que le interesa política. Y nos hace un favor muy grande el que nos mira con ojos ajenos. En pocos días, ahora que estoy más organizado, les acercaré la parte final “El peronismo durante el gobierno de Menem”. Como dicen los trailers, próximamente en su butaca. (A. F.).

Una estructura informal

Así como fuera a lo largo del período 1955-1983, los vínculos del PJ y las masas continúan siendo informales y descentralizados, en vez de burocráticos. La estructura formal del partido es ampliamente ignorada, y el poder, recursos, información, e incluso carreras políticas se articulan a través de subunidades autoorganizadas e informales, que tienen solamente débiles e intermitentes vínculos entre sí, como asimismo con la burocracia partidaria.

Organizaciones en el ámbito barrial: Unidades Básicas.

Según los estatutos partidarios, las unidades básicas constituyen el “órgano principal del partido”.[66] Ellas son las agencias barriales desde donde operan los militantes. Formalmente, las UBs deben tener al menos 50 miembros y deben estar dirigidas por un Consejo de la Unidad Básica, el cual es elegido cada dos años por los miembros.[67] Sin embargo, en la práctica están dirigidas por un menor grupo de militantes o por un único puntero (agente barrial) y su íntimo círculo de amigos y familiares. Solamente 4,8% de las UBs encuestadas tenían elecciones regulares con movilidad de autoridades, el 22,1% realizaba elecciones nominales en las que siempre ganaba el mismo dirigente, y el 73,1% no realizaba elección alguna.

Formalmente, las UBs son parte de la burocracia partidaria. De acuerdo a los estatutos se registran y caen bajo la directa autoridad de los consejos partidarios locales. Éstos a su vez determinan la jurisdicción de cada UB, y en algunos distritos tienen autoridad para intervenir UBs que no realicen apropiadamente sus funciones.[68] En realidad son autónomas de la burocracia partidaria. No son creadas por el partido, y sus oficinas no son propiedad del partido. Por el contrario, son creadas particularmente por los propios militantes. Cualquiera puede abrir una UB donde quiera y cuando quiera. Con frecuencia los punteros establecen UBs en sus propias casas y de esta manera se convierten en literalmente “propietarios”. Como describiera un dirigente, Nosotros no tenemos que preguntar, “¿podemos abrir un centro comunitario peronista?” No. En el peronismo usted tiene la libertad para crear cuanto quiera. Nadie va a decirle lo que tiene que hacer.[69]

Del total de UBs encuestadas, el 67,6% fue creada “desde abajo” por militantes o punteros, 11,7% fueron creadas a partir de UBs ya existentes, 12,6% creadas “desde arriba” por agrupaciones locales, y un 8% por sindicatos.

Ninguna fue creada por la burocracia partidaria. Ésta no solo carece de control sobre cuántas UBs hay o dónde están localizadas, sino que las burocracias locales a menudo no cuentan con un registro sobre la cantidad de UBs bajo su jurisdicción. Dirigentes partidarios de Quilmes estiman que tienen registro de solo un tercio de las UBs existentes en la localidad[70] y en La Matanza, administrativos del partido afirman no tener registro de las UBs existentes. Aunque ocasionalmente algunos líderes partidarios han intentado poner las UBs bajo control del partido, los intentos han fracasado repetidamente.[71] A modo de ejemplo, en 1997 la propuesta de limitar en Capital Federal las oficinas partidarias a sólo una oficialmente reconocida por distrito electoral, fue rechaza por ser imposible ejecutarla. Como lo describiera un dirigente, ¿Quién financiaría y dirigiría estas oficinas? ¿Cómo van a cerrar las otras UBs si son propiedad de los punteros? ¿Van a echar a los punteros de sus casas?.[72]

Las UBs tienen una gran variedad de formas organizacionales. Mientras algunas cumplen con las formas estipuladas por los estatutos del partido, otras toman la forma de “grupos de trabajo” informales, operadas desde la casa de militantes sin ningún cartel externo o cualquier tipo de reconocimiento formal del partido. Legitimados por la proscripción de Perón, cuando la consigna era que “cada hogar es una unidad básica”, los grupos de trabajo son creados por militantes que no cuentan con recursos para mantener una oficina, o también, por punteros que prefieren la informalidad, ya que les da más “espacio de maniobra”. Otras UBs operan desde asociaciones cívicas como cooperativas vecinales, centros comunitarios, o comedores.[73] Muchas de estas entidades funcionan igual que las UBs, afiliando miembros, compitiendo en elecciones internas, y haciendo campaña en elecciones generales.[74] Según un líder local que dirige la UB “Compañeros” en la capital, Nos ponemos diferentes sombreros. Un día somos una unidad básica; al día siguiente un centro de ayuda infantil, y al otro una asociación civil. Pero siempre tenemos la misma ideología peronista.[75]

En algunas áreas las UBs que operan desde asociaciones civiles prevalecen. En San Miguel de Tucumán, la mayoría funciona como “centros vecinales”, y en la provincia de Santa Cruz, un gran número está organizada como “centros comunitarios”. Por último, algunas son en realidad anexos barriales de agrupaciones locales. Estos anexos barriales difieren de las otras UBs en el sentido que son creadas (y a menudo militadas) desde afuera, en lugar de serlo por militantes barriales. De la misma manera que los grupos de trabajo y las asociaciones civiles, tampoco son sancionadas o sujetas a la autoridad de las dirigencias locales.

De este modo, la organización del PJ consiste en una heterogénea mezcla de UBs, grupos de trabajo, organizaciones cívicas, y organizaciones sin fines de lucro. Por ejemplo, en el barrio capitalino de Lugano, la agrupación MOVIP consta de un centro de ayuda infantil, un comedor, un “centro materno”, un centro comunitario, y numerosos grupos de trabajo y UBs. La agrupación Lealtad de Quilmes consta de un grupo religioso, una asociación materna, un grupo sobre derechos infantiles, y numerosos centros comunitarios. La tabla 2 muestra la distribución de las diferentes formas organizacionales de las UBs relevadas por esta investigación. Menos de la mitad (42,9%) tomó la forma estipulada por la carta del partido; 22,3% son grupos de trabajo informales, 23,2% opera desde asociaciones civiles; y 11,6% son anexos barriales sostenidos por agrupaciones locales. Por último, un pequeño número (1,8%) opera desde sindicatos.

Cuadro 2. Tipos organizacionales de las Unidades Básicas relevadas


Nivel municipal: Agrupaciones.

Las UBs están vinculadas al partido por medio de organizaciones informales llamadas agrupaciones. Éstas constituyen grupos de UBs que compiten por el poder en el ámbito partidario y municipal. Tienden a estar dirigidas por funcionarios gubernamentales, concejales, legisladores provinciales o nacionales, o por dirigentes políticos que buscan construir una base. Su tamaño varía desde 4 o 5 UBs hasta más de 100, aunque la mayoría contiene entre 20 y 30. Dos o tres docenas de agrupaciones existen en cada municipalidad, pero generalmente sólo un puñado es políticamente influyente. Cuando compiten por los votos, construyen alianzas con punteros a través de la Municipalidad, quienes a cambio de su apoyo buscan financiamiento para sus UBs, recursos materiales para distribuir entre los miembros, y, cuando sea posible, empleos gubernamentales. Como los que están en mejores condiciones para ofrecer esos recursos son funcionarios públicos, la mayoría de las agrupaciones se mantiene unida por una suerte de patronazgo estatal. Utilizan dinero proveniente de “favores”, de las oficinas que dirigen, y de empleos inferiores. A menudo, comida y medicinas provenientes de ministerios vinculados con la asistencia social son desviados hacia UBs, y los mismos punteros son muchas veces empleados de oficinas gubernamentales.[76] El 93% de las UBs encuestadas pertenecía a alguna agrupación, y la mayoría del resto estaba en transición de una agrupación a otra.

Las agrupaciones son básicamente organizaciones informales. No están mencionadas en la carta partidaria, y las oficinas partidarias municipales generalmente no tienen registro de ellas.

Asimismo, como se organizan y financian a sí mismas, gozan de una sustancial autonomía respecto a la burocracia del partido. No tienen que cumplir con los dictados o estatutos partidarios, ni con las decisiones de las autoridades. Esta autonomía está legitimada por la tradición “movimentista” peronista. Como el “movimiento” peronista está entendido como algo más amplio que un partido, y como carece de una estructura (formal o informal) o jerarquía, los peronistas generalmente ven a sus agrupaciones como algo externo al partido, pero dentro del movimiento.[77] De esta forma los límites del PJ son fluidos: las agrupaciones “flotan” adentro y afuera con relativa facilidad.[78]

Está en las agrupaciones y no en la burocracia del partido el vínculo con la base partidaria. El grueso de los recursos partidarios (por lo general patronazgo u otras formas no reguladas de financiamiento) pasa a través de las agrupaciones,[79] y éstas, no la burocracia partidaria, financian y mantienen las UBs.[80] De las UBs encuestadas por el autor, el 85,6% recibió la mayoría o todos sus recursos de una agrupación, mientras que el 14,4% se autofinanció u obtuvo fondos por medio de donaciones privadas. Ninguna UB fue financiada por la burocracia partidaria.

En el mismo sentido, son también las agrupaciones las que llevan a cabo el grueso del trabajo de movilización. Los punteros movilizan partidarios para actividades esponsoreadas por la agrupación, realizan instrucciones que se canalizan a través de ésta, y distribuyen bienes materiales y literatura aportados por la agrupación. Los punteros reúnen la mayoría de la información de asambleas dirigidas por su agrupación y en la medida que las UBs puedan canalizar demandas hacia la cabeza del partido, lo hacen vía las agrupaciones. Por el contrario, las UBs raramente participan de eventos esponsoreados por el mandato partidario municipal.
Inclusive las carreras políticas se canalizan a través de las agrupaciones. Como el reclutamiento de líderes y candidatos se hace casi enteramente por medio de ellas, los futuros políticos prefieren invertir en las agrupaciones, en lugar de la burocracia partidaria para construir su carrera.

Por otro lado, también cuentan con una mayor capacidad para disciplinar a líderes municipales, que la de la burocracia partidaria. Por ejemplo, pese a que los estatutos partidarios de la Capital Federal estipulan que los funcionarios electos deben contribuir con un 10 por ciento de su salario al partido,[81] solamente tres de seis diputados lo hicieron en 1997.[82] Por el contrario, cada uno de los funcionarios electos pertenecientes a Libertadores de América y FUP contribuyeron regularmente con el 10% de sus salarios a sus agrupaciones.[83] Una situación similar ocurre en Quilmes, donde José Rivela, presidente del partido local, afirma que “menos de la mitad” de los funcionarios electos cumplió con su obligación de contribuir con el cinco por ciento de su salario para el partido.[84] De acuerdo a Rivela, los peronistas locales, ignoran al liderazgo partidario... responden a las agrupaciones porque es ahí de donde viene el dinero... Las agrupaciones los proveen de cosas (dinero para pagar el alquiler, o comida o frazadas para regalar). El partido no puede ofrecer nada, por lo tanto nadie le presta atención.[85]

Organización provincial y nacional.

En el ámbito provincial, las agrupaciones se aglutinan como facciones competidoras o líneas internas, las cuales son casi siempre dirigidas por funcionarios públicos, como gobernadores, miembros de gabinete provinciales o nacionales, o legisladores.[86] La principal moneda de cambio entre las líneas internas y las agrupaciones es el patronazgo: las agrupaciones cambian votos por puestos en los gobiernos nacionales o provinciales, o en las listas legislativas. Las líneas internas varían según su estructura organizacional. Algunas se organizan como facciones que emergen para elecciones internas y luego desaparecen; y otras, como el Movimiento de Renovación Peronista de Santa Cruz, la Lista Naranja de Mendoza, o la Convergencia Peronista de La Pampa, han durado más de una década. Sin embargo, son pocas las líneas internas que están plenamente institucionalizadas y mantienen perfiles programáticos relativamente coherentes,[87] la mayoría es altamente personalista, tomando a menudo el nombre de su líder.[88]

Recursos, poder y carreras, en vez de pasar por las jerarquías partidarias, pasan por las líneas internas, y como resultado, las burocracias partidarias provinciales tienden a ser débiles. Por ejemplo, la oficina partidaria de Buenos Aires, que cuenta con una membresía de más de un millón de personas, fue abierta solamente tres mediajornadas por semana durante 1997, y no tiene personal full time. El consejo provincial raramente se reunió, y cuando lo hizo, generalmente había que llamar al presidente del partido, Alberto Pierri, para que abra la oficina.[89]

Por el contrario, las dos facciones dominantes del partido, la Liga Federal y la Liga Peronista Bonaerense tenían un registro detallado de la actividad partidaria local, organizaban y financiaban campañas, movilizaban militantes, y disciplinaban a las organizaciones municipales.

En Tucumán, cuando las facciones pararon de financiar al partido en 1997, la sede partidaria provincial estuvo varias semanas sin servicio telefónico y sanitario, y sin fondos para financiar su campaña legislativa.[90] Por lo tanto, sin control sobre las líneas internas, el control sobre la burocracia significa muy poco. De hecho, cuando el liderazgo formal del partido no está alineado con las facciones dominantes, está virtualmente sin poder alguno.[91]

Durante la década del noventa el PJ careció de una estructura efectiva (incluso una informal) en el ámbito nacional. Como en el caso de los niveles municipales y provinciales, la burocracia partidaria nacional es básicamente inoperante. Hasta la fecha, sin embargo, no han emergido equivalentes nacionales a las agrupaciones o líneas internas.[92] Los caudillos provinciales no están vinculados horizontal o verticalmente entre sí, dentro de una jerarquía central; en cambio, tienden a permanecer atrincherados en sus feudos.

Debido a esta estructura informal y segmentada, el PJ es más descentralizado de lo que comúnmente se cree. Ante la falta de una burocracia central efectiva, el partido funciona como una “gran carpa”, dentro de la cual hay diversos y contradictorios elementos. Pero lejos de la tradición verticalista y centralizada con la que a menudo se relaciona al peronismo,[93] la relación entre los miembros más altos y bajos del partido es muy cercana a una de autonomía mutua.[94] Por un lado, la ausencia de vínculos horizontales, hace difícil a las subunidades peronistas actuar colectivamente para probar el poder de los lideres centrales; lo que da a estos últimos una sustancial autonomía respecto a las autoridades más bajas.[95] Sin embargo, por otro lado, los líderes del PJ carecen de mecanismos efectivos con los cuales imponer disciplina a las subunidades. En consecuencia, a diferencia de partidos de masas centralizados como el partido comunista de Chile, o el AD de Venezuela, en los que las subunidades deben adherir estrictamente a la línea partidaria nacional o enfrentar la expulsión, el PJ exhibe un sustancial grado de tolerancia interna y diversidad. Como postulara un legislador del PJ, En otros partidos, todo lo que uno hace tiene que ser aprobado por la jerarquía partidaria... Tu discurso tiene que conformar ciertos estándares partidarios. En el peronismo, nada de eso es cierto. Usted puede hacer o decir lo que quiera.[96]

NOTAS:

[66] Partido Justicialista, Carta Orgánica, artículo 12.
[67] Partido Justicialista, Carta Orgánica, artículos 14, 16.
[68] Partido Justicialista, Carta Orgánica, artículo 13; Partido Justicialista de la Provincia de Buenos Aires, Carta Orgánica Provincial (La Plata, 1988), artículo 28.
[69] Entrevista del autor con José Montenegro, 26 de agosto de 1997.
[70] Entrevista del autor con el administrador del PJ de Quilmes Elba Quiroga (26 de noviembre de 1996) y con el presidente del partido local José Rivela (22 de mayo de 1997).
[71] En Quilmes a mediados de los años ochenta, el presidente del partido Roberto Morguen intentó que sólo pudieran operar las UBs oficialmente reconocidas en cada localidad, pero como el partido no tenía forma de hacer cumplir esa política, ésta fue ampliamente ignorada (entrevistas del autor con Roberto Morguen (13 de mayo de 1997), y con José Luis Saluzzi (4 de septiembre de 1997).
[72] Entrevista del autor con Raúl Roa, tesorero del PJ de Capital Federal, 10 de noviembre de 1997.
[73] Sirve generalmente como un esfuerzo para obtener acceso a subsidios estatales o para administrar programas sociales estatales. También sirve como un arma de atracción a un público más amplio y no peronista.
[74] Como dijera un militante, “Trabajamos nueve meses del año como una Asociación Civil, y en tiempos de elecciones nos volvemos una unidad básica” (entrevista del autor, 22 de marzo de 1997).
[75] Entrevista del autor con Liliana Monteverde, 30 de junio de 1997. En el mismo sentido, un militante cuya UB fue transformada en un comedor dijo, “tuvimos que bajar el símbolo peronista para conseguir financiamiento, pero todos saben que todavía es una UB” (entrevista del autor, 24 de marzo de 1997).
[76] Los punteros comúnmente reciben contratos gubernamentales ficticios que les permite cobrar un salario full time mientras trabajan en la unidad básica.
[77] Así, pese al hecho de que participa en elecciones internas y en campañas para las elecciones generales, el ex grupo paramilitar Comando de Organización de La Matanza se considera “parte del movimiento, pero no parte del partido” y de esta forma no hay manera de someterlo a la disciplina del PJ local (entrevista del autor con Alberto Brito Lima, 8 de abril de 1997). En el mismo sentido, el concejal de Quilmes Reymundo Gonzales afirma haber trabajado en una agrupación para “evitar imposiciones del partido” (entrevista del autor, 13 de junio de 1997).
[78] En la Capital Federal, Victoria Peronista (VP) dejó el partido para apoyar la candidatura de Gustavo Beliz del partido Nueva Dirigencia. Los dos años siguientes, VP mantuvo “un pie adentro y un pie afuera del partido”, rotulándose como una “agrupación peronista por afuera de la estructura del PJ” (entrevistas del autor con los dirigentes del VP Jorge Argüello (19 de mayo de 1997) y Victor Pandolfi (5 de junio de 1997). En 1997, VP se alió con el partido Acción por la República de Domingo Cavallo. En 1998, VP regresó al PJ para apoyar la campaña presidencial de Eduardo Duhalde.
[79] A pesar de que el financiamiento es canalizado a través de las burocracias partidarias, esto representa un pequeño porcentaje del financiamiento partidario. La mayoría de las donaciones privadas (y especialmente los recursos del patronazgo) son canalizadas a través de las agrupaciones.
[80] Según Raúl Roa, anterior tesorero del PJ de Capital Federal, “la burocracia del partido solamente mantiene la sede partidaria, que no es más que una oficina y los empleados que la limpian. El resto de la organización es financiada y coordinada por los dirigentes de las agrupaciones. La infraestructura real del partido se encuentra en manos de las agrupaciones” (entrevista del autor, 12 de mayo de 1997). De hecho, mientras que la sede del Consejo Metropolitano de la Capital Federal está generalmente ocupada por personal de limpieza, las agrupaciones como Frente de la Unidad o Libertadores de América mantienen sedes computarizadas y con personal full time. Asimismo, en La Matanza, la sede de facto del PJ en la década del noventa fue la oficina de la agrupación Militancia y Renovación (MyRP). Conocida como La Casona, estuvo mejor financiada, con más y mejor personal, e incluso más visitada que la sede partidaria oficial.
[81] Partido Justicialista Metropolitano, Carta Orgánica Metropolitana, (Buenos Aires, 1986), artículo 80.
[82] Entrevista del autor con Raúl Roa, tesorero del PJ porteño, 12 de mayo de 1997.
[83] Entrevista del autor con Raúl Roa de FUP y Víctor Columbano de Libertadores de América, 12 de mayo de 1997.
[84] Entrevista del autor, 22 de mayo de 1997.
[85] Entrevista del autor, 22 de mayo de 1997.
[86] En Buenos Aires, en la década del noventa, el partido estuvo dominado por dos facciones: La Liga Federal, que estaba dirigida por el presidente de la Cámara de Diputados, Alberto Pierri y por el ministro provincial de obras públicas, Hugo Toledo; y la Liga Peronista de Buenos Aires, dirigida por el presidente de la Cámara de Diputados provincial, Jorge Mércuri. Ambas facciones fueron leales al gobernador Eduardo Duhalde. En Tucumán, las dos líneas internas dominantes en los años noventa (Peronismo Verdadero y Esperanza Peronista) fueron dirigidas por los dos senadores nacionales justicialistas, Olijela Rivas y Julio Miranda.
[87] Algunos ejemplos incluyen al Movimiento de Renovación Peronista de Santa Cruz, Eva Perón de Formosa, y más ambiguamente, la Lista Naranja de Mendoza.
[88] Como el “Juarizmo” (del gobernador Carlos Juarez) en Santiago del Estero, el “Romerismo” (del gobernador Juan Carlos Romero) en Salta, y el “Saadismo” (de Vicente y Ramón Saadi) en Catamarca.
[89] Entrevista del autor con Oscar Guida, miembro del Consejo del PJ de la provincia de Buenos Aires, 22 de noviembre de 1996.
[90] Entrevista del autor con el presidente del PJ tucumano, Amado Juri, 8 de diciembre de 1997.
[91] Fue claramente visto en Buenos Aires en el caso del referéndum sobre una serie de reformas a la constitución provincial que le hubieran permitido al entonces gobernador Antonio Cafiero ir por la reelección. Cuando la propuesta fue masivamente rechazada, con muchos peronistas votando en contra de ella, el resultado fue tomado con gran sorpresa dado que Cafiero controlaba el aparato partidario. Sin embargo dos de las tres principales líneas internas, la Liga Federal y Menem Conducción, no trabajaron a favor de la reforma, y en muchos lugares, trabajaron silenciosamente en contra de ella. Para agosto de 1990, cuando se realizó el referéndum, la Liga Federal había crecido sustancialmente en la provincia, dejando a Cafiero en minoría en el partido “real”.
[92] Solamente una facción a nivel nacional (la Renovación) emergió en el período posterior a 1983, y se desintegró rápidamente luego de su derrota en las elecciones internas de 1988.
[93] Ver, Ciria, Política y Cultura Popular.
[94] Eldersveld utilizó los términos “estratocacia” y “deferencia recíproca” para describir un fenómeno similar en los partidos norteamericanos. Ver Samuel D. Eldersveld, Political Parties: A Behavorial Analysis (New York, 1964), p. 9-10.
[95] Levitsky, “From Laborism to Liberalism”, pp. 246-260.
[96] Entrevista del autor con el diputado Fernando Maurette, 4 de julio de 1997.